Que nuestros padres sepan donde estamos

Fecha de publicación: 31-08-2017

Fomentar la confianza en familia, nos permitirá armonizar en temas que pudiesen verse conflictivos, como las salidas nocturnas.

Al llegar a la adolescencia, hay ciertas actividades que entre los jóvenes parecen marcar la pauta de los comportamientos propios de esa edad; entre ellas están las salidas nocturnas. Para ellos tienen mucha importancia en esta época de la vida, en tanto les permiten establecer relaciones, observar cómo se comportan los demás, relajarse luego de la rutina cotidiana de estudio o trabajo, vivir sus primeros acercamientos amorosos, en fin, este proceso necesario para su socialización, constituye para los padres motivo de inquietud

De niños son obligados a irse temprano a la cama, pero en la adolescencia los chicos quieren dominar sus propios horarios. Este deseo incluye volver tarde a casa; pasar la noche fuera representa la idea de abandonar la infancia y emprender el camino hacia el ser adulto.

La primera vez que los jóvenes plantean esta cuestión a los padres, se marca el inicio de una negociación continua sobre las próximas salidas, pues por lo general, los festejos nocturnos se asocian inevitablemente con el consumo de alcohol, sustancias ilícitas, prácticas sexuales de riesgo, entre otras.

Conviene pues, que entre los progenitores exista sintonía en torno al tema. Mientras que para los adolescentes es una forma de reclamar su propia libertad,  para los padres significa enfrentarse al hecho de que sus hijos se hacen mayores. Comienza un largo proceso que durará años, a lo largo del cual necesitarán de nuestra ayuda y orientación.

Los padres deben conciliar sus miedos con la necesidad de independencia de los hijos adolescentes. Hay que intervenir marcando pautas y negociar los horarios, el dinero que se les asigna, el transporte que van a utilizar, los amigos con quienes van a estar y el lugar donde se reunirán.

En las primeras salidas nocturnas es conveniente darles pautas razonables a los jóvenes, más que con un carácter autoritario, se debe usar un tono orientador para evitar de entrada un rechazo o rebeldía hacia estos planteamientos.

Y si es el caso de que existan ciertas discrepancias –es normal que sucedan- es preferible que padres e hijos discutan un poco a que no tengan límites. Esos límites deben respetar sus derechos sin que ello signifique abandonar nuestros valores.

Otro aspecto que resulta de gran significado es el hecho de que el padre y la madre estén de acuerdo, para que el adolescente no identifique alguna debilidad o duda y busque aliarse con uno para que se enfrente con el otro, con el fin de sacar provecho de esta discrepancia.

Esas primeras salidas marcarán la pauta de las próximas y si se plantean con acierto, veremos salir a los jóvenes respetando las pautas que le hemos asignado por su propio bien; ello irá en su beneficio y aprenderán de esta manera a establecer nuevas relaciones, a manejar su sexualidad, a sociabilizar, lo que redundará en beneficios para su crecimiento y madurez.

Para no cometer errores al aproximarnos a los hijos con la finalidad de manejar estos temas, se debe evitar establecer complicidades con ellos, dejando al padre o a la madre fuera de los acuerdos.

Si no atienden razones, en vez de pelear, esperemos para hablar en otro momento, así evitamos el riesgo de perder el control pues, los hijos necesitan un modelo para comportarse y los primeros y más importantes para él, siempre deben ser los padres.

¿Qué podemos hacer? Graduar la responsabilidad que les damos. A medida que vayan cumpliendo lo acordado, se les puede ir dando más libertad.

Es este mundo contemporáneo, marcado por una vorágine de eventos que se suceden a diario uno tras otro, es importante y fundamental como padres, saber siempre dónde y con quién están nuestros hijos y expresarles que, aunque podemos confiar en ellos y en su buen criterio, por su bien, debemos establecer límites que quizás le parecerán excesivos, pero también los sentirán como interés por nuestra parte.