El origen de la celebración de Año Nuevo

Fecha de publicación: 28-12-2015

Los primeros antecedentes de la celebración del Año Nuevo, se remontan a la antigua civilización de Babilonia.

El comienzo de un nuevo año tiene un significado especial para las diferentes culturas del mundo. Es un momento lleno de costumbres y tradiciones de los distintos países donde se celebra y aunque la mayoría de nosotros participamos y nos proponemos nuevas metas para el siguiente año, muy probablemente conocemos muy poco de la historia que está detrás de esta festividad.

El inicio del año no siempre se celebró en la fecha en la cual lo acostumbramos, inclusive, existen todavía hoy muchos pueblos que lo celebran entre el principio de marzo y finales de abril como en Irán, Irak y la India.

Revisando un poco la historia, podemos constatar en los registros que la celebración del año nuevo el día 1° de enero data de 1583 en los países católicos. Fue el Papa Gregorio XIII quien impuso esta modificación, ya que hasta entonces el año nuevo se solía celebrar en marzo. Veamos las razones a continuación.

Al comenzar la primavera, hacia finales de lo que conocemos hoy en día como el mes de marzo, en la antigua Babilonia, 2000 años antes de Cristo, se celebraba la festividad de año nuevo, que estaba en estrecha relación con la actividad agrícola y en esos tiempos el período transcurrido entre la siembra y la cosecha marcaba un año o ciclo. Era tradición que un sumo sacerdote ofreciera, tras bañarse en el río Éufrates, un himno a Marduk, el dios local de la agricultura. El rito servía para pedir una buena cosecha el próximo año y se conocía por el nombre de Kuppuru.

Por su parte, el antiguo calendario de los romanos consideraba el 25 de marzo como el día de año nuevo. En el año 46 antes de Cristo, Julio César llevó a cabo una modificación del calendario, creando el calendario juliano. Ese año se recuerda como el año de la confusión, ya que duró 445 días para ajustar las fechas y llevar a cabo las modificaciones propuestas. Con ese calendario, entre otras cosas, se introdujeron los años bisiestos y fue el año 153 antes de Cristo, cuando el Senado romano declaró el 1° de enero como el primer día del año.

Si bien ese día no representaba un significado agrícola o estacional, sí tenía un significado civil. En esa fecha, los recientemente elegidos cónsules romanos asumían sus cargos. Es interesante saber que el mes de enero se llama así por el dios romano Jano, que tiene dos caras que pueden representar el mirar hacia atrás al año viejo y mirar hacia adelante, hacia el nuevo.

Ahora bien, el año juliano tenía un desfase con el año solar, por ello, en 1582, el Papa Gregorio XIII se propuso modificar este desfase y para ello llevó a cabo una promulgación en la que establecía que tras el jueves 4 de octubre de ese año se pasaría al viernes 15 de octubre y que el año 1583 comenzaría el 1° de enero.

La celebración del Año Nuevo se derivaba de una práctica pagana y por esta razón, la Iglesia Cristiana en primera instancia la condenó. Sin embargo, para facilitar la conversión de los paganos al Cristianismo, la Iglesia aceptó la celebración del primero de enero, convirtiéndola en la Fiesta de la Circuncisión de Cristo; de esta manera, había nacido el calendario gregoriano.

Naturalmente, los primeros países en hacer esta modificación fueron los católicos. Mucho más tiempo tardó el resto de países en adoptar el cambio. Hasta el siglo XVIII no se adoptó este calendario en el Reino Unido y fue en 1917, curiosamente tras la Revolución Rusa, cuando se impuso en Rusia el nuevo calendario.

Hay algunas culturas que celebran el año nuevo en fechas distintas al 1° de enero, pues siguen diferentes tradiciones. Por ejemplo, los judíos, que celebran su Rosh Hashaná (cabeza del año) en una fecha variable entre septiembre y octubre, cuando habría sido creado Adán, mientras que el año nuevo chino se celebra cuando se forma la primera Luna Nueva en el signo de Acuario, entre finales de enero y mediados de febrero.

En todos los casos, la celebración del año nuevo en una fecha o en otra responde a tradiciones religiosas o culturales de cada nación pero un elemento común en todas las civilizaciones, como ya ocurría en Babilonia, es pedirle al nuevo ciclo suerte y que sea un buen año para todos.